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Hola! Bienvenid@ al blog de la Sociedad Gastronómica TXITXAKA. Estamos casi casi actualizados... jajjaja!!... me temo que este lema nos va a acompañar durante mucho tiempo ;)

viernes, 31 de diciembre de 2010

paellita d'españa



La paella, nuestra querida paella. Plato por antonomasia ESPAÑÓ, y el más conocido y reconocido como tal fuera de nuestra fronteras. No podemos olvidar que forma parte con el sol y los toros de la santa trinidad de la imagen turística española, de esa imagen deformada de este país que durante muchos años se ha promocionado para que pasen aquí sus vacaciones los europeos (llámese suecas, alemanes, británicos, etc.) y atraer con ello su dinero. Aunque nos joda, esa imagen simplista de lo que somos, ha funcionado durante muchos años, y ha conseguido su objetivo como demuestra el hecho de que la industria turística española este dando de comer a tanta gente, y sea la única pata sólida de nuestra economía (de momento). 

El “topicazo” pasa todas la frontera habidas y por haber http://www.youtube.com/watch?v=lnVAQSuc6Mo 

Pero la mentira, o media verdad (sol en Galicia poco y los toros solo gustan a una parte de la sociedad), ha funcionado. El timo de la paella, también. Véase el ejemplo con una imagen repetida cada año: Ese pedazo de guiri rojo sentado con la familia en una playa levantina, al que presentan un arroz con cuatro gambas, dos mejillones, y tres anillas de calamar contadas y una jarra de sangría. Y que cara de felicidad, como disfrutan comiendo esa mierda de arroz amarillo con cosas ( pocas), acompañada de su sangría aguada….. Y ¿el precio? Estacazo. Y encima no sólo eso, pues una vez que vuelven a su país y cuando les preguntan por España dicen que en España se come bien…. Jajajajaja. 

De todas formas no me extraña viendo como comen allí http://wtf.microsiervos.com/mundoreal/paella-a-la-inglesa.html Muy, muy heavy, Viva el eclecticismo hispano-guiri. 

La otra vertiente de la paella, ya centrándonos en la realidad patria, es el DOMINGUERISMO. Salir al campo para comer paella. Si esos años setenta y ochenta, esas mañanas de primavera dominicales, esos coches repletos de gente y de cosas, esos pinares en mitad del páramo repletos de gente, esos padres haciendo la paella, esos niños con un balón, esas niñas jugando a la comba, esas madres con las tarteras y delantal a cuadros, esas partidas de mus de los padres, esas chácharas de las madres, esos momentos de juegos al aire libre de niños, esos atascos de vuelta escuchando a Jose Mª García con los partidos de la jornada futbolera, ese baño (no ducha) al llegar a casa (único a la semana). En fin, todo un clásico, parte de nuestra infancia. 

No sé que pasó, pero de repente todo cambió, a partir de los noventa, todo eso lo repudiamos. El concepto dominguero pasó a ser algo despectivo. Y se impuso una nueva forma de ver los fines de semana con las barbacoas de los sábados en los chalets, con las tardes de los centros comerciales y cines, con los atascos al entrar y salir de los mismos, con ducharse todos los días, con comprarnos miles de complementos, ropa, instrumentos (todos ellos de marca) para salir media hora al monte. En fin, hacer cualquier cosa los fines de semana que no nos hiciera sentirnos “domingueros”. 

Ahora no me avergüenzo, y lo digo, de pequeño fui un niño dominguero. Y lo dominguero me mola. Aunque  hay cosas que no me gustan de entonces ( deterioro de la naturaleza, los atascos, la incultura, la vida sedentaria, etc) que entiendo que se pueden mejorar, pero no por eso desprecio el concepto “dominguero” porque, joder, al fin y al cabo me sienta cojonudamente bien comerme una paellita al aire libre en el campíviri un fin de semana con los amigos. 

P.D. Ya nadie queda los domingos, ahora somos “sabaderos”.


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